Y ahí estaba yo, mirando a mi
adversario. Ya no iba a ser la primera vez, hacía algunas
semanas que lo había intentado y el resultado había sido nefasto,
pero ahí estaba yo, inasequible ante la dificultad que me planteaban
estos dos simples elementos: ajo y aceite.
No es que sea un cocinero
experimentado, simplemente me defiendo relativamente bien cuando me
toca ponerme entre sartenes. Mi repertorio va desde la tan socorrida
pasta con tomate, hasta el pollo al curri y, aunque se cuentan
ciertos desaguisados, ninguno que se pueda comparar al desastre de
aquel intento de salsa alioli que acabó pareciendo más una sopa de
ajo que otra cosa.
Así que ahí estaba yo, mirando al ajo
y al aceite de oliva (de los olivos de la familia de mi mujer) y con
una batidora en la mano, dispuesto a que esta vez no se repitiera el
desastre... Cinco minutos después, la situación, era dramática.
Aquella salsa no subía ni con un gato neumático, era algo
frustrante. Las patatas estaban ya hacía diez minutos en el horno,
así que no tenía más remedio que buscar alguna salsa con la que
acompañarlo.
Me rearmé de coraje, a pesar de que en
el intento ya había tirado al suelo una aceitera, con el
consiguiente charco, que me había apresurado a fregar mientras
soltaba alguna que otra palabra malsonante. Los que me conocen saben
de mi paciencia, sin embargo aquello se me estaba yendo de las manos.
No podía ser cierto que apenas un día antes hubiera hecho unas
trufas de chocolate de chuparse los dedos (literalmente) y que esto
me tuviera a punto de la enajenación, y si no lo creéis podéis
preguntarle a mi mujer, que vio el estado de cabreo en el que estaba.
Así que saqué la artillería, me fui
al libro de recetas y busqué respuesta a ver qué estaba mal y, ¡Bingo! Pedro, ¿No te acuerdas de que para hacer esto con batidora
hay que usar huevo? Pues parece que el estado de nerviosismo en el
que estaba se me había olvidado. Así que me fui al frigorífico a
por los huevos, sin embargo, en un último lance de la contienda, tuve
que recoger uno de los huevos del suelo con la fregona. Prefiero no
tener que repetir las palabras que salieron de mi boca.
Bueno, pues el último intento y...
¡Conseguido! Aquello sí que era un alioli y no una sopa de
apariencia, bueno, extraña. Hasta de sabor estaba buena, fuerte eso
sí, pero mejor de esa manera, así es como me gusta. Finalmente el
reto estaba conseguido y justo a tiempo.
Dedicado a Pepe que hoy
cumple años.