miércoles, septiembre 21, 2011

Campanas

Echo de menos el repique alegre de las campanas. Sé que es una tontería pero hace unos días, hablando con mi madre por teléfono, oí a través del auricular el estruendo que emiten las del Convento de la Encarnación, próximo a mi casa, y recordé que ni primero en Murcia capital, cuando tuve mi residencia allí, ni ahora en Aranjuez, donde vivo, se oyen las campanas con la intensidad que lo hacen en mi pueblo.
Para mi Septiembre es un mes un tanto triste, sin embargo la melancolía que suele acompañarle se ve mitigada en mi pueblo por el volteo de las campanas que anuncian, bien la bajada del Divino Niño desde el paraje del Balate, bien la inminencia de las fiestas patronales.
En mi memoria su repique enfurecido se ha relacionado con acontecimientos alegres, con experiencias vitales que guardo con el más hondo cariño. Asociado a su sonido está mi primer colegio, situado precisamente en el Convento de la Encarnación. Su tañer trae a mi memoria largas noches, como aquella madrugada de un 22 de Septiembre en la que un grupo de amigos subimos a la ermita del Carmen a voltear sus campanas, que en aquel momento todavía eran manuales. Es su sonido el que anuncia el nacimiento de Jesús en Navidad o el que pregona a los cuatro vientos la Resurrección de Cristo durante la Vigilia Pascual de Sábado de Gloria. Son las campanas también las que marcan el inicio de la procesión de Domingo de Resurrección en la que salgo de andero. También, como olvidarlo, repicaban en la iglesia de Santo Domigno cuando comenzó la ceremonia de mi boda.
Habiendo cinco iglesias, cuando todas ellas las voltean al unísono su sonido lo inunda todo. Es imposible no oírlas. Para bien y para mal: No ha sido la primera vez que me han despertado y, sinceramente, en ese preciso momento no me gustaron tanto.
Asociados a las campanas, aunque en un segundo plano, tengo que incluir a las tracas y cohetes. La pólvora suele ser el acompañante de éstas en muchas ocasiones. Es cierto que su ruido es seco, nada musical, pero son el contrapunto constante en la demostración de alegría y alborozo de mi pueblo.
Muchos muleños, al preguntarles qué sonido identificaría a nuestra ciudad, dirían sin la menor de las dudas que el redoble de los tambores. No es mi caso, tengo que reconocer que nunca me he definido como un gran tamborista. Si quiero mantenerme fiel al recuerdo que guardo, es el repique de las campanas el que revive en mí más claramente la imagen de Mula.

2 comentarios:

Diego Sevilla dijo...

Pedro, qué bien que sigas tu blog. Como sabes, aparte de todo el significado religioso (que para mí no lo tiene), también echo de menos estar en Mula durante las fiestas. No vivo muy lejos, pero tampoco tan cerca como para sentir las fiestas, pasear tranquilamente y ver los cambios de la ciudad. También para oir las campanas, que tampoco me desagradan. También recuerdo ese día en el campanario, para mí, un ateo, tocando las campanas... En mi defensa diré que no sabía (ni sé) para qué se tocan, así que no inflinjo ninguna convicción atea de mi parte :).

Pero no te preocupes. Me da a mí que este fin de semana nos vamos a ver, fiestas en ristre para no sé qué acontecimiento :)

Un abrazo!
diego.

Salva dijo...

Pedro, con todos mis respetos, creo que tienes un ataque de nostalgia que no veas. No te preocupes, es normal, humano y además pasa en las mejores familias. Te dejaste llevar por los sentimientos que te produce un pasado al que añoras. Permíteme un consejo, es bueno recordar, nos ayuda a mejorar, pero echar la vista atrás constantemente nos puede hacer mucho daño. Como dijo un amigo mío "recordar para vivir, pero también para sufrir"

Un abrazo