miércoles, octubre 19, 2011

Otoño

No me gusta el otoño. No es algo de lo que me acabe de dar cuenta ahora precisamente. No me gusta desde que era un niño. Entonces era porque se acababan las vacaciones de verano y empezaba el colegio. Ahora no puedo decir que sea solamente porque vuelva al trabajo.

No me gusta ver como día tras día se reducen las horas de luz. No me gusta sentir más frío conforme avanzan las semanas. No me gusta ver como los árboles van tirando las hojas hasta quedarse pelados. En fin, no me gusta casi todo lo que lleva asociado esta estación del año.

Tengo que reconocer que me encantan los días en los que parece que el Sol no se va a poner nunca. Me encanta poder salir a la calle con una camiseta, unos pantalones cortos y unas sandalias y no enterrado en varios kilos de ropa para no coger una pulmonía. Me encanta el poder sentarme tranquilamente en la terraza de un bar o una cafetería con los amigos porque no me voy a helar en el intento.

A veces pienso que debería sentir lo mismo con respecto al invierno, pero no es así. Cuando empieza el otoño sabes que esperan seis meses de mal tiempo, seis meses de paisajes grises y días cortos. En invierno, sin embargo, los días empiezan a crecer en horas de luz. Conforme avanza el invierno se va acercando la primavera y poco a poco la naturaleza comienza a despertarse.

Alguna vez he compartido esta manera de pensar con mis familiares o amigos próximos. Como se suele decir, para gustos los colores. Muchos de ellos siempre me recuerdan lo bonito que son los paisajes rojizos, cuando los árboles mudan de color y las hojas cogen esos tonos ocres tan propios de esta época del año. Lo entiendo, pero no lo comparto. Mi experiencia me dice que esos paisajes duran apenas un par de semanas, (como mucho) y luego ¿qué? en mi opinión nada.  ¿Paisajes bucólicos? ¡Ja! Deprimentes diría yo.

En fin, supongo que me toca aguantar estos meses. Al final lo cierto es que este estado de ánimo se me pasa pronto. Todos los años siempre hay un par de días en los que el "humor" otoñal se apodera un poco de mí. Lo supero enseguida, la rutina es más poderosa y al final uno se acaba acostumbrado a la época del año que toca.

1 comentario:

Salva dijo...

Pedro, yo creo que lo importante no son las circunstancias, sino cómo nos las tomamos. Por supuesto, sin caer en la resignación.

En el caso que nos ocupa, eso significa que en vez de que el otoño nos cambie el estado de ánimo, seamos nososotros los que cambiemos el otoño. Hagamos un otoño a nuestra imagen y semejanza.

Ya hemos hablado mil veces de esto y mi teoría sigue siendo, que todo es un problema de actitud. En vez de basar nuestra felicidad en lo que nos pasa, hagamos que lo que nos pase sea consecuencia de nuestro estado de felicidad.

Sin duda, podemos ver el otoño como algo bueno. Además, imagina lo contrario, una estación única, como en Canarias, una especie de verano constante. Para mí personalmente sería insoportable. Nuestra vida entonces se vería influenciada y sería muy plana. Una especie de "letargo", como sufren los canarios (con todos mis respetos y todo mi cariño).

Un abrazo