domingo, enero 30, 2011

Emigración 2.0

Cuando empecé a trabajar en Madrid me planteé la contradicción que suponía para una región tradicionalmente pobre como Murcia el hecho de que estuviera formando a estudiantes univeristarios, con el coste que eso conlleva, para que estos se fueran a trabajar fuera. Se estaba haciendo una inversión cara que, al final, no revertía en beneficio de la economía murciana porque no era capaz de aprovechar la mano de obra cualificada que producía.

Durante estos años de crisis parece que este problema se ha agudizado en todo el país. Estas últimas semanas se ha sabido que la canciller alemana Angela Merkel estaba interesada en la contratación de jovenes españoles con alta cualificación laboral. Según los medios de información, en la economía alemana hay sed de nuevos graduados universitarios y si no cubren esa necesidad se pone en riesgo su recién conseguido, además de vigoroso, crecimiento económico.

¡Qué pena! Esto es justo lo contrario a lo que pasa en España. Aquí la economía derrocha mano de obra cualificada. Llevo años oyendo que necesitamos cambiar el modelo productivo, que necesitamos ser más competitivos, y la única solución que encontramos para dicho cambio de estructura económica es volver a recibir remesas de dinero de la emigración a Alemania, como en los años 60 del siglo pasado. Eso sí, esta vez serán remesas de licenciados, ingenieros y arquitectos, en lugar de albañiles, camareros y mecánicos.

No es que esté en contra de que la gente salga al extranjero para acumular una experiencia más rica, al contrario. De hecho es una de las cosas que lamento no haber podido hacer en su momento y que he tenido que suplir sobre la marcha cuando me ha sido necesario. Pero una cosa es que uno libre y voluntariamente decida irse fuera para mejorar su formación y otra muy distinta el tener que hacerlo porque no queda otro remedio. Además, el problema es que siempre somos nosotros los que buscamos trabajo en el extranjero y no al revés, porque ni mucho menos estamos en condiciones de ofrecer unas condiciones actractivas a la mano de obra cualificada del exterior.

Si tuvieramos la seguridad de que gran parte de estos trabajadores que se van a marchar al extranjero fueran a retornar en un futuro más o menos próximo estaríamos hablando de un buen negocio para el país. Tendríamos graduados con una formación más completa si cabe que aportarían una visión más enriquecedora y un mayor impulso a nuestra economía. Sin embargo tengo la sensación de que no va a ser así, insisto, una pena, creamos desaraigo y perdemos al mismo tiempo un capital humano valiosísimo.

Deberíamos de una vez por todas evitar seguir tropezando en la misma piedra.

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